Conocer nuestras fortalezas de carácter nos ayuda a incrementar nuestro bienestar.
Ms. Berenice Luna
“Si estamos conscientes de que todas las personas tenemos fortalezas y si tenemos un vocabulario para hablar de ellas...eso permitirá darnos cuenta de que existen y será más probable que las percibamos”
M. Tarragona, 2018.
Cuando le preguntamos a un alumno que nos mencione su mayor fortaleza, pareciera que de forma automática debe responder a un criterio que esté relacionado con lo académico como: “tengo buenas calificaciones”, “entrego mis actividades” “trabajo a tiempo”; y sin mencionar la ola negativa de quienes responden lo contrario como “no tengo ninguna fortaleza”, “no soy bueno para nada” o terminan por comenzar a realizar un listado de las áreas de oportunidad que poseen, ya que esto les resulta más sencillo (de manera alarmante).
Así que preguntémonos: ¿los alumnos no confían en sus fortalezas? La respuesta para la mayoría sería “no” y ante esta problemática, ¿cómo podría un alumno potenciar sus fortalezas si ni siquiera sabe identificarlas? Pero todo tiene una solución y este caso no es la excepción: Si lograran conocerlas y desarrollar nuevas, aprenderían a vivir con autonomía y descender el riesgo de ser influenciados por factores externos, puesto que si se trabaja con los rasgos individuales positivos lo consecuente sería la facilidad del surgimiento de las fortalezas del carácter, talento y valores, ya que el fortalecimiento del área psicológica es importante para alcanzar una vida plena y bienestar.
Las Fortalezas de Carácter (2004) propuestas por Christopher Peterson y Martin Seligman, son un elemento vital de la psicología y educación positiva, quienes tras un arduo trabajo de investigación con un gran equipo de colaboradores, escudriñaron en diversos campos tanto de ciencias sociales como filosóficas aquellas características que cumplieran con el requisito de ser valoradas por casi todas las culturas, que pudieran ser maleables, educables permitiendo la medición y el cambio, con el objetivo de aportar una descripción y clasificación de rasgos de personalidad saludables del ser humano que conducen a la salud mental y la felicidad; clasificadas en seis virtudes: sabiduría, conocimiento, coraje, humanidad, justicia, moderación y trascendencia; de las cuales se desprenden 24 fortalezas que son: creatividad, curiosidad, justicia, amor por el aprendizaje, perspectiva, valentía, perseverancia, honestidad, entusiasmo, amor, bondad, inteligencia social, trabajo en equipo, equidad, liderazgo, perdón, humildad, prudencia, autorregulación, apreciación por la belleza y la excelencia, gratitud, esperanza, humor y espiritualidad.
Alejandro Adler (2017) menciona que las escuelas desarrollan un papel central en la formación de los valores culturales y sociales de los alumnos, analizando tal afirmación ¿por qué la institución no habría de convertirse en un ambiente que le brinde a los estudiantes a desarrollar herramientas que le permitan prosperar personalmente para que puedan crecer de modo pleno? Los docentes somos agentes de cambio y no debemos olvidar que estamos formando a la persona, es por eso que lo más importante que se debe lograr con ellos es ayudarlos a que conozcan, que encuentren y desarrollen esas fortalezas que no han sido capaces de ver, pero que tienen todo el potencial para lograr. Así, partiendo desde ese punto se podrá trabajar con aquellas virtudes que ya poseen y logren desarrollar nuevas fortalezas.
De esta forma será posible lograr la experimentación de emociones positivas para alcanzar estados de flujo, relaciones sanas, marcarse metas en la vida y obtener logros.
Si desea conocer las fortalezas propias, puede contestar el cuestionario gratuito del instituto VIA en este enlace:
https://www.viacharacter.org/survey/account/register